La OCU te pone delante del espejo: ¿coméis surimi en casa? tiene más sal que tus patatas fritas

La OCU te pone delante del espejo: ¿coméis surimi en casa? tiene más sal que tus patatas fritas

Parece ligero, rápido, marino y barato, y cotidiano.

Ese gesto automático tiene trampa si miras la etiqueta. La OCU ha revisado un producto muy común y ha puesto números a algo que a muchos se les escapa: la sal escondida puede desbaratar tu día sin que te des cuenta.

Qué dice la OCU y por qué te afecta

El surimi, popular como “palitos de cangrejo”, no es cangrejo. Es una pasta de pescado blanco con almidones, aromas y aditivos moldeada para parecer marisco. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha comparado su composición y el dato que descoloca no es la proteína, sino la sal.

En numerosas marcas, el surimi supera los 2–2,5 g de sal por cada 100 g. Muchas bolsas de patatas fritas corrientes se mueven entre 1,2 y 1,5 g/100 g. La comparación es directa: por peso, ese ultraprocesado marino puede aportar más sodio que un snack que asociamos con “salado”.

Piensa en una ración real. La mitad de un paquete (unos 80 g) puede sumar 1,6–2 g de sal. Si además llegas con pan, salsas y queso, cruzas el umbral diario sin ruido. La OCU no demoniza, avisa: conviene poner el foco donde importa.

El surimi puede concentrar más sal por 100 g que muchas patatas fritas. En una ración habitual ya comprometes buena parte del límite diario.

Por qué el surimi sale tan salado

La sal en el surimi no solo da sabor. Aporta textura a una masa lavada, ayuda a conservar y mantiene el bocado agradable tras días de frío y transporte. Esa funcionalidad tecnológica empuja el sodio hacia arriba. Se suma el efecto “halo”: al venir de pescado, baja la guardia y se percibe como ligero. La etiqueta desmiente esa impresión.

Otro punto: el “sabor a mar” procede de aromas y potenciadores. No significa que el perfil nutricional sea similar al del pescado fresco. El primer ingrediente debería ser pescado; cuando encabezan la lista los almidones, el resultado tiende a peor.

Cómo leer la etiqueta sin perder tiempo

  • Revisa la sal por 100 g, no por ración. Si pasa de 1,5 g/100 g, el producto es salado.
  • Busca que el primer ingrediente sea pescado, no almidón o agua.
  • Prefiere listas de aditivos cortas. Si parece un festival de “E-…”, déjalo pasar.
  • Fija raciones pequeñas: 3–4 palitos y ya. No abras el paquete “a libre albedrío”.
  • Reduce salsas. Mayonesa, salsa rosa o soja disparan el sodio sin aportar saciedad real.
  • Compensa con tomate, pepino, cítricos y aceite de oliva. Potasio y agua juegan a favor.
  • Alterna con proteína “de verdad” para el día a día: huevo, atún al natural, legumbres, pollo asado.

Tabla comparativa rápida

Producto Sal por 100 g (aprox.) Clave de compra
Surimi (palitos de cangrejo) 2,0–2,5 g Mira que el pescado esté primero; evita >1,5 g/100 g si lo tomas a menudo
Patatas fritas estándar 1,2–1,5 g Porciona; compara sabores “sencillos” frente a ediciones muy condimentadas
Jamón cocido loncheado 1,8–2,3 g Elige alto porcentaje de carne; poca lista de aditivos
Pechuga de pavo loncheada 1,5–2,2 g Desconfía de “finas hierbas” y “braseado” si sube la sal
Atún al natural (lata, escurrido) 0,2–0,8 g Mejor al natural que en salmuera; escurre bien

Los valores son orientativos y varían por marca. La etiqueta del envase manda.

Cuánto es “demasiada” sal en tu día

La OMS sugiere no sobrepasar 5 g de sal al día por persona adulta. Eso son unos 2 g de sodio. Entre pan, embutidos, platos preparados, queso y “detalles” como salsas o snacks, España suele rondar 9–10 g diarios en población general. Ese colchón deja poco margen a errores.

Aplicado al surimi: una ración de 80 g con 1,6–2 g de sal consume del 32% al 40% del tope diario. Si ese día tomas sopa en sobre, pizza o fiambres, te pasas sin ser consciente. Quienes conviven con hipertensión, enfermedad renal o retienen líquidos registran el impacto antes y peor.

5 g de sal al día equivalen a media cucharadita rasa. Entre procesados y aderezos, es fácil duplicar esa cantidad sin notar que el paladar se acostumbra.

Si te gusta el surimi, así puedes encajarlo

No necesitas prohibirlo. Sí conviene ponerle marco. Limítalo a momentos puntuales y controla la ración. Úsalo como toque, no como base del plato. Sustituye la mayonesa por yogur natural con limón, mostaza y eneldo. Añade volumen con crudités y deja el salero en reposo.

Un consejo práctico: si el etiquetado anuncia “reducido en sal”, significa al menos un 25% menos respecto a su versión estándar. Aun así, compara números. Hay “reducidos” que siguen altos.

Ideas de 5 minutos con menos sodio

  • Ensalada saciante: 2 huevos cocidos, 1 tomate grande, 1 pepino, 1 cda de aceite y hierbas. Sal mínima.
  • Bocata rápido: pan integral, 1 lata de atún al natural escurrido, pimientos asados y rúcula.
  • Tupper caliente: 150 g de garbanzos salteados con ajo, pimentón y limón. Añade espinacas al final.
  • “Falso poke” casero: arroz integral, edamame, dados de salmón cocido, mango y sésamo. Salsa de yogur y lima.
  • Restos que salvan: pollo asado desmigado con zanahoria rallada y manzana. Aliña con vinagre suave.

Claves para no caer en la trampa del etiquetado

Sodio no es lo mismo que sal. Si la etiqueta da “sodio”, multiplica por 2,5 para obtener sal equivalente. Un producto con 0,8 g de sodio/100 g contiene unos 2 g de sal/100 g. Ese cálculo rápido evita malentendidos.

Las porciones “sugeridas” suelen ser pequeñas. No te fíes. Compáralo todo por 100 g y luego ajusta a tu consumo real. Si tu paladar pide sal, juega con ácido (limón, vinagre), especias y crujiente vegetal. El sabor sube sin el peaje del sodio.

Para ampliar la mirada: ultraprocesados y frecuencia

El surimi pertenece al grupo de ultraprocesados según la clasificación NOVA. No por su origen marino, sino por su reformulación con almidones, aromas y aditivos. Lo determinante aquí no es prohibir, sino la frecuencia. Si aparece a diario en tus platos, empuja tu saldo de sal y desplaza proteína de mayor valor biológico, como pescado fresco, huevos o legumbres.

Haz una pequeña prueba en casa: anota durante un día la sal por 100 g de tres productos que uses a menudo (pan, fiambre, salsas). Suma lo consumido. Verás dónde se esconde el “exceso silencioso”. Con esa foto, ajustar te costará menos que empezar desde cero.

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